EL CERRO DEL ÁGUILA
Stmo. Cristo del Desamparo y Abandono.
El portentoso Crucificado Titular de esta Hermandad es una imagen de estilo barroco, datada en el primer
tercio del siglo XVII y de autor anónimo, aunque reiteradamente
atribuida al círculo del insigne escultor Francisco de Ocampo.
Tallado en madera de cedro, y
con una altura de 1’92 m., presenta algunos rasgos formales que
invitarían a situar su hechura en un período de tránsito entre el
manierismo final y comienzos del primer barroco: el tratamiento de las
piernas especialmente alargadas en la zona tibial para provocar una
mayor sensación de estilización y una cabeza de dimensiones pequeñas,
junto a un estudio delicado pero no excesivamente detallado del pelo y
la barba.
Según
el profesor Juan Manuel Miñarro López “uno de los aspectos más
interesantes y a la vez significativos de esta imagen es su morfología" ,ya que “presenta un estudio anatómico pormenorizado. Músculos bien
definidos, miembros alargados, caja torácica sobredimensionada y una
cabeza realmente pequeña con respecto a las dimensiones generales del
Cristo, que utiliza un canon de proporciones de nueve cabezas y media”, aunque “en el conjunto de la escultura resulta original y le otorga
cierto carácter distintivo”, constituyendo uno de sus más
significativos detalles el hundimiento de la cabeza en el pecho.
Siguiendo con este análisis morfológico, la imagen presenta una de sus
“características más relevantes” en “la fisonomía y los rasgos del
rostro”, que cae sobre el lado derecho del pecho, y que presenta
“facciones extraordinariamente rejuvenecidas, nariz recta y pequeña,
ojos profundos y semicerrados, barba escasa y poco dibujada, cejas
finas y rectas, pómulos apenas marcados y una boca muy pequeña…". Es
posible percibir en la talla el tono muscular propio del primer estadio
posterior a la muerte, con laxitud post mortem y un pronunciado
señalamiento muscular del tórax. Presenta corona de espinas, de una sola
pieza con la talla, y los pies están clavados con un solo clavo, el
derecho sobre el izquierdo. En cuanto al sudario, de tipo cordífero y
evidente influencia mesina, es amplio y de pliegues ampulosos,
recogiéndose en la parte superior del lado derecho y dejando al
descubierto la cadera de ese lado.
Nuestra Señora de Los Dolores.
Se trata "indudablemente, de una de
las dolorosas más afortunadas de cuantas tuvo ocasión de esculpir
Sebastián Santos en el transcurso de su carrera artística. La
interpretación del rostro mariano supone todo un acierto de finura
expresiva, empleando una serie de recursos formales encaminados a
potenciar un sentido más naturalista del dolor: la ligera elevación de
las cejas, los grandes ojos de penetrante y conmovedora mirada, las
siete lágrimas que se derraman por las mejillas, la dilatación de las
aletas nasales y los labios entreabiertos que dejan escapar un triste
sollozo" . En este mismo sentido, afirma el profesor Juan Manuel
Miñarro que la imagen posee "una belleza natural tremendamente personal y
expresiva" así como que el "principal rasgo de personalidad de la
imagen lo expresa en la nariz y la languidez de los ojos" .
Por
otro lado, "aunque sigue las características propias del sello personal
de Sebastián Santos, en su conjunto resulta una obra algo diferente. Su
bellísimo rostro presenta los labios un poco más entreabiertos de lo
habitual y la nariz de proporciones algo superior al resto de sus
obras." Como se ha dicho anteriormente, de sus expresivos ojos
marrones se derraman siete lágrimas "cuatro por la mejilla derecha y
tres por la izquierda, curiosamente vemos cómo una de las lágrimas se
sitúa en la comisura de la boca, ubicación que se repetirá en numerosas
imágenes."
Además, un "aspecto que le da
una singularidad especial a esta efigie es el tratamiento anatómico
pormenorizado del cuello" que "permite adivinar la tensión
emocional del momento, así como el quiebro arqueado de los estilizados
dedos de sus manos" . También "la encarnadura, de cálidas
tonalidades, contribuye a matizar y subrayar los incuestionables valores
del modelado" .
La imagen de la Señora ha sido
restaurada por Juan Manuel Miñarro en dos ocasiones: en 1985, en la que
se le aplicó un tratamiento de fijación en la policromía y se
sustituyeron las pestañas y las lágrimas; y, más levemente, en 1993.
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